Con las manos





Publicado en Avianca en Revista Ed.86




Bien lo decía Manuel Carreño en su Manual: “es impolítico excitar a una persona a que tome con las manos la comida que debe tomarse con tenedor o cuchara…”. Pero quien no haya comido con las manos, que tire la primera piedra: no hay nada más delicioso que deshojar una alcachofa parrillada con sal marina, aceite de oliva y ajo, y luego disfrutar de ese aroma que se impregna en la punta de los dedos. Lo mismo sucede con arepas, empanadas, amasijos, perros calientes, pollo frito, hamburguesas, duraznos y ciruelas que no me imagino comiendo a punta de cuchillo y tenedor –a no ser que se padezca de un bruxismo en la mandíbula—.

Quizás Carreño en su afán por preservar los buenos modales –en la mesa y en el juego se conoce al caballero ‘y a la dama’— privó a las generaciones de nuestros padres y abuelos de acercarse a su cena de una manera íntima y genuina y de gozar con los cinco sentidos de una experiencia gastronómica que siempre involucrará la vista, el olfato –no veo nada de malo en acercar discretamente la nariz al plato—, el oído –¿y entonces para qué brindamos?— y el tacto, nuestras pinzas naturales: los dedos.

En algunas ocasiones le huimos a utilizarlos, tal vez en un intento por preservar el legado de Carreño, y nos negamos a disfrutar de algunos alimentos que  nos obligan a usar las preciadas extremidades, como una arepa con queso. Por supuesto que la etiqueta en la mesa debe mantenerse en cenas de gala y comidas que exigen dicho protocolo, pero veamos otros escenarios más cotidianos: los mexicanos disfrutan de sus tacos tomándolos con las manos y los indios e indígenas las usan para comer sus curris y casabes respectivamente.

Así que la próxima vez que sintamos el instinto de tomar un alimento con las manos –o de introducir con prudencia nuestra nariz en la copa— no seamos puritanos: ¡botemos la primera piedra! La experiencia táctil –guardando las debidas proporciones— no se le puede negar a un ser humano que fue diseñado para vivir la realidad a través de los cinco sentidos y estos deben estar presentes alrededor de cualquier mesa, desde la más humilde hasta la más sofisticada.





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