De antojos
Quiero relatarles una escena que hace
parte de mi cotidianidad, y que despierta en mí, pasiones y antojos
irresistibles a tal punto de obligarme a poner pausa a la película, levantarme
de la silla, caminar hacia la cocina e ir a esculcar ansiosamente la nevera o
la despensa con la esperanza de encontrar mi objeto de deseo –o en el mejor de
los casos—hallar la versión que más se aproxime a él. Durante el transcurso de
este proceso –que parece tardar horas— aumenta la ansiedad gustativa, producto
de la estimulación a la que fue sometido mi cerebro al disfrutar
inconscientemente de una película, no necesariamente catalogada como
gastronómica.
¿Cómo no salir corriendo a calentar una
olla con agua después de ver a los capos de Corleone relamerse con su plato de
pasta con albóndigas el cual devoran de manera voraz y gustosa en El Padrino? ¿Cómo no acabarse la cuña de
parmesano –a mordiscos pues no hay tiempo para cortas fetas— después de ver a
Meg Ryan en Beso Francés, esparcir un
sensual camembert que se derrite con elegancia sobre una baguette crocante? ¿O
de qué manera no hurgar la alacena así sea para encontrarse con una maternal
chocolatina Jet –o en el peor de los casos con una pastilla de chocolate—,
después de ver a Juliette Binoche morder una jugosa trufa de chocolate amargo
en Chocolat?
Créanme: Acudiré a cualquier recurso
gastronómico con tal de quitarme el antojo, no sin antes preguntarme qué sucede
en mi cuerpo –además de mi carácter goloso—. Más allá de entender que mi
cerebro envía estímulos a mis glándulas salivales –las cuales despiertan el
apetito— pienso que es una fijación gustativa el estar pendiente de lo que
comen y toman en las películas, ya que también me sucede con los vinos. En Entre copas, por ejemplo, quiero
disfrutar de un pinot noir californiano mientras converso con Maya; o en Un buen año, ayudar al tío Henry a
catar el vino producido en su château
en La Provenza. Más aún: disfrutar del maridaje de un brandy con bombones de
chocolate con Anthony Queen y Keanu Reeves en Un paseo por las nubes.
Estoy segura de que quienes están
terminando de leer esta columna ya están antojados de algún gustillo que aparece
en las películas a bordo: ojalá su capricho se haga realidad cuando llegue el
menú.
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